“Un alma vieja”

Ya pasó la tormenta de aquellos días, esa inconsciente furia que nos llevaba como perros a meter la boca en cualquier basurero, muchas veces como un acto natural, otras por hambre.  Ya pasó la tristeza que causa la incertidumbre “me quiere, no me quiere”. Ya pasó el miedo al fracaso como si fuera el acabose.  Ya pasó la crisis que resulta de vivir llenos de ira porque el mundo no nos entiende. Ya pasó el tiempo y no somos ni sombra de lo que éramos…

El tiempo que no nos mima, el tiempo que nos restriega su franqueza en la cara. Nos pide vivir, aunque no querramos y en ese momento, crecemos. Es entonces cuando la mayoría de nosotros entendemos de que estamos hechos, muchos de un material resistente llamado coraje, otros de mierda.

Y es que el alma cambia con los años, con los errores, con la gente, cambia con permiso o sin él; cambia nuestro cuerpo, cambia nuestra mente y aquellas mieles que nos parecían tan dulces, ya no nos parecen buenas para la salud. Dejamos de sobrevivir, para empezar a vivir. Aprendemos a cuidarnos, a decir que no, a valorar la paz y a querer sin complicaciones. Un alma vieja no depende de nadie, un alma vieja vive de lo que ha sembrado para sí misma.

Un alma vieja es la meta… para ser y para amar…

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